El sueño de la bella era invencible.... El clima de su respiración era el mismo de la voz, y su piel exhalaba un hálito tenue que solo podia ser el olor propio de su belleza. Me parecía increible: había leído una preciosa novela de Yasunari Kawabata sobre los ancianos de Kyoto que pagaban sumas enormes para pasar la noche contemplando las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y narcotizadas. No podían despertarlas, ni tocarlas, y ni siquiera lo intentan, porque la esencia del placer era verlas dormir. Aquella noche , velando el sueño de la bella, no solo entendí aquel refinamiento, sino que lo viví a plenitud.
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Fragmento de el avión de la bella durmiente.
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